La Castellana Revista digital bimensual Poesía joven en español
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Karina Rieke (R. Dominicana, 1971) Epitafio a la locura Estoy aquí sin rostro En la esquina donde Se disipan mis angustias Con ese grito esforzado Angustioso En contra y De frente a los demás
Estoy aquí sin tiempo Arañando el significado de esta voz Sola con la fachada de un poema Que se asedia a sí mismo cuando Intento aproximarme a su imagen
Estoy aquí desgastada Ante la frialdad de una mirada Consumiéndome las inexpresables ganas Que se pierden ante la angustia Implícita en el verbo
Estoy y desaparezco Hacia los limites que se Rigen oscuramente Con una precisión casi feroz Ante la idea del fracaso
Pasivo e inerte Como la voz teñida que Interrumpe la marcha del tiempo y de Todas mis muertes
Habito en el aquí apropiándome Del pasado y futuro con un Entusiasmo delirante A fin de reconciliarme con el Carácter prohibido del espacio
Sigo aquí alojada con la Indispensable cortesía de una señal Que se rescata simultáneamente con mis cosas Para probarse siempre inalcanzable Para aglomerar todas mis soledades
Durante un instante Durante un instante todo se detiene Todo se armoniza bajo un orden En el momento que ha dejado de ser Fervor y profundidad de una palabra De una mirada De algo vivo que nace Del minuto inmutable e intocable
De las grandes cosas que Se establecen en el centro del cielo Como profecía y signos refinados Anunciado la caída de ritos En otros tiempos Y ante otros dioses
Durante un instante se anuncian Rompiendo las tinieblas Con tal firmeza Como no es posible referirse
Se arriesgan en lo desconocido Ridiculizando la palabra misma Sin entender el extremo de un abrazo Apreciando la seducción De su propia muerte
Agonizando solos Internos en los espacios abiertos Atados a la posibilidad de pertenecer A un orden vivo A la realidad atroz de una pesadilla Que habitan cada ser
Y aún persisten en amar sólo cuando oscurece No se distinguen entre sí No se aciertan ni al final de su historia
Y desaparecen con el escalofrío de la muerte Ante el golpe final de lo extraño
Como razón de su misma decadencia Como la fatiga desnuda del poder
Esos de vértigos extraños Inmersos en su especie Como decretos del destino Que disputan en cada uno de Nosotros aun sea por un instante
Apología del deseo Acabo de morirme con tu muerte Cuando tu verbo toca la franja oscura de mi pelvis Destello que presencia los asombros salvajes que disuelves en mi Liberándote Dibujando paisajes que prometen acoger mi cuerpo Seducido por salmos del deseo
Invéntame otra vez que quiero pertenecer a tus demonios A la eternidad imperceptible de tu ritmo De tu tacto De la sonrisa que aguanta mis quejidos
Suaviza mis aromas con el paladar Que es presente en todo el tiempo En el orificio donde guardo tus ternuras En el espanto de saber querer más
Apréndeme de nuevo Que quiero escasear mis agitados dedos Que quiero salvar mis ruinas y colocar en ellas Ángeles mansos Frágiles Los que gozan cuando desnudo mi pellejos
Polvorízame la boca con tus besos Para morir en el instante que sonrío Que reclamo Que soy monte Que soy tiempo Presencia inhóspita de esta carne Que solo quiere sentir Gestos al amar
Ven como instrumento Solo con el tacto Con la exhalación precisa que te haga Susurrar tus gemidos en mi lengua Y tócame aquí En lo correcto
Esparce mis olores Difúndeme al sonido que quiero viajar a todas partes Que entre tus manos no puedo estar desierta
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