Del día de los muertos Desde un punto despedazado rememoro los horizontes de tus figuras planas. Y se me hace mas gruesa y jugosa tu delgadez y me viene más expandido tu ombligo como un nudo de culebras en el desierto de tu abdomen.
Se me hace más claro tu carácter de gata intrusa y tu ruido obstinado de ventilador. Todo para darme a mí mismo el despecho postrero de los diluvios. No anhelo tener ni un vestigio de ti.
Todo mi deseo se reconcentra en el puro y casto sueño de venerarte infantilmente como a una muñeca o mejor aún, rezarte con el mismo ardor fantasmagórico que lo haría un muerto a su muerta.
Voyage ¡Despídete de mí, bellísimo talón cuadrado, que me he decidido por los arácnidos! Saca tu pañuelo y mira hacia mis ojos hundidos en tercera clase. Di adiós con intención de letanía y prepárate a ungir a los enfermos.
Despídete de mí hermosísimo dedo nacarado que me he vendido a quien me sigue.
Hasta pronto, ciudad de tiempo y playas hermanas. Hasta pronto cuerpo fascinante. Nunca. Nunca. Nunca un tronco ha crecido en el agua.
Nunca un seno dejó de ser geminiano.
Nunca un barco ha zarpado sin pañuelos: Es ese el motor del adiós.
Cuando llega el fin y resucita la vid del loco, empieza a hornearse un pan de gas carbónico.
La masculinidad del náufrago El hombre que persigue las liebres es un fracaso.
Aquel que tiene pies para pisar hormigas recalca su monstruosidad y es un fracaso.
Espera el hombre, taciturno, timador, las fugas de luz de los cuerpos curvos.
La marcha de los bachacos, culos alcalinos, remontando la carne privada de aquel humano para hacerlo vivo y ácido como los organismos pequeños.
Aquel que busca en las inferiores especies su fuente calva de alimento es un desesperado.
No hay espera en el alba. La noche es la que baja como un astro pagano a descoser las pieles y los brazos.
La estrella alucinógena anclada en los puertos marca el tiempo enfermo de los llantos zodiacales.
Espera el hombre el retorno de la costa y el revés de los cueros tibios. Aguarda la liebre que cruza displicente escondiendo los cuernos de un calcinante caprino.
Espera el hombre a su presa. Fracaso.
Tiende la trampa. Fracaso.
Ojos de mosca, espalda de sapos: la presa se resbala.
El hongo azul, el seno sin máscara: fracaso.
El hombre que baja al fondo no es el diablo, es ruina.
En la mitología de aquel hombre había un globo aerodinámico caído y una horrenda mirada llena de plancton.
Actualmente la de Gorriti tienes obras de behcao que abrieron, no cerraron y no estas sef1alizados los pozos, esta peligrosa de noche en zona Godoy Cruz a Scalabrini Ortiz. Tb es zona que se cruzan muchos peatones distraidos, es zona de paseo y hay mucha gente dando vueltas. saludos y gracias. fabie1n