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La Castellana
Revista digital bimensual
Poesía joven en español

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Víctor Salinas Rubio
vsalinas@e-absenta.com


 
11:03 AM

Natalia Rojas Cortés
(1983, Chile)



El que erige la lágrima 
Muerto sulfúrico qué haces construyendo
un nido cavernoso en la punta del mundo
eres el zángano que aprieta el dedo de Dios
y el cadáver que logra extraer la muerte por su risa.

Desnudo, muy desnudo, sentado me miras
detén el segundo en que me mezclo
es que los ríos de harneros cruzan la piel ensimismados
por el aire que respira la sangre del vivo.

Taparé con los tejados el miedo de mi tierra
y agazapada entraré a tu mano sembrada de mariposas hirvientes
como el gato celuloso que repta por el mundo.

Quiero salvarte las manos
cubrirte en los puños de un animal
y que no sigas más clavando sinuosas hachas
en el lomo de todos los cuerpos
ángel masticado por el hastío de Dios.


De Ahíto abelengua
(poema largo en prosa)

mi lengua de tierra, sombra afluente de aquel nogal que alcanza mirando a Dios y le dice A.
Desde aquí todos se están tragando un sollozo. Una letra del sonido. Acá arde la invención
en lo callado, todo es infancia, balbuceo, roedor trizado como ventana. Sé que yo soy hija
hecha de lluvia, sé que el poema es la historia de los precipicios, de lo que es sin padre, de
lo que se incendia con la voz, pero mi lengua, pero mi turgencia, como boca de noche, por
qué desflora la letra cuando deambula, qué pasa en el error (...)
ciego de algo quizá por distraerte, quizá por llegar al vidrio quebrado que protege mi hogar,
lo opaco que tiene sonreír. Avieso y desconsolado. Te veo chiquito en los columpios del
habla. Te has callado, mutismo infantil de negras rodillas, bájate te digo, bájate, hay días en
que los árboles te empujan, hacen creerte que su savia es tristeza, bájate te digo pequeño
ahínco dolorido, bájate que me subo a conocer la altura, yo allí ahíta y montesa, allende al
dolorido silencio: he dejado de nombrarte (...)
te descubro tan apacible que te temo. Iré con lágrima y boca abierta saltando por las cimas.
Asaltada por la bruma haré que me escuches: eres nombre, eres tierra, yo lo soy y tú te
desdices. Iré, juro que te iré, no cogeré las fieras ni temeré a las flores, sé que veremos
juntos lo mismo: la noche que te dio a luz y su propio vacío (...)
pues moras como un animal entre mi boca. En esta cercanía aroman las frases sus excesos.
Veo quiénes son los que se integran a la palidez, a la criatura del tiempo. Veo al ángel del
trueno que esparce mi instancia en los oídos y no veo, pero sé que sólo debo hablar si es
canción lo que miras (...)
ave que nunca ha sido ave, pero que canta las voces de una ortiga. Si hiero tu lengua saldrá
mi nombre por la llaga, saldrá tu aliento por mi voz, aquí pendes, aquí te estiras en mi labio
de trigo, en este paraje que soy yo sin vuelo. No me busques en la altura, estoy a ras de
alma, en el alma que cruza a tu ciervo y que yo debo escribir acá, en el aprisco de mi mano y
tu lejanía. No me busques allí, pues de pronto se despoblarán los aires, la belleza devorará
el lugar y los poemas se irán conmigo en el pretexto. Acá pueden agotarse los pájaros (...)
graznidos, graznidos, es de mañana quizá: reúneme en el vacío y la carne, ya es hora de
decir, es hora de pensar la grafía en el viento, mirar las manos de la ausencia, al eco, la
cueva del silencio, la síntesis de la huida.
Esta niña de árbol padece el peor mal: que cante, cante, / y en concierto acordado/
tus ondas sean veloces/ sílabas, lenguas, números y voces. Mira cómo hace cuajar el mar
en la boca -ella lo hace desde la raíz en su cielo; ella sabe lo que es blanco; la piel del
relámpago y los cristales-. Tras oscuridades escuchó cómo nombra el humo su voz, cómo se
ve su vuelco al brío de lo inmóvil, porque ella es un vacío, un albergue absurdo donde oculta
tus ojos de leche y donde ahíto bautiza las cosas y sus silencios

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[1] Villancico "Santa Catarina” de sor Juana Inés de la Cruz.

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